lunes, 6 de julio de 2015

Es hora de hacer un balance histórico adulto del menemismo

Esta semana el candidato presidencial por el Frente para la Victoria Daniel Scioli, acompañado por su vice Carlos “el Chino” Zannini, realizó un acto de campaña en La Rioja. Viajaron a apoyar en su carrera a gobernador al candidato del peronismo Sergio Casas, actual vicegobernador que pretende suceder a Luis Beder Herrera en las elecciones del domingo. Allí Scioli brindó un discurso, donde además de hacer una enfática defensa de las políticas oficiales en distintas áreas y comprometerse a invertir en infraestructura para esa provincia, dijo: "Ayer llamé para contarle que venía a La Rioja al hombre que me dio la oportunidad, creyó en mí para ingresar a la política. Luego nos enfrentamos en una contienda electoral, porque yo estaba convencido de que el camino de la Argentina era junto a Néstor Kirchner. Pero jamás dejé de respetar y tener cariño por Carlos Menem. Es de bien nacido ser agradecido". La crónica destaca que la audiencia del acto aplaudió sus palabras. 

Enseguida toda la progresía y PROfeligresía saltó emocionada: ”¡¿ven, ven que Scioli es recontraultramenemista?!”.

Madurar políticamente
El antimenemismo esconde antipolítica. Mucho dolor trajeron al pueblo argentino las políticas neoliberales implementadas durante los años noventa por el tándem PJ-UCR. Los peronistas vieron desvirtuada su doctrina y traicionadas sus históricas "tres banderas". Desocupación, pérdida de soberanía, dependencia económica, desindustralización, privatizaciones, impunidad, hambre. No por nada se la considera la segunda década infame. Pero la década infame existió en un contexto de fraude electoral, a Menem lo votaron las mayorías (el pueblo, los trabajadores, la clase obrera) a dos manos. Ganó elecciones limpias, por goleada. Es necesario repensar esa experiencia histórica, hacer una síntesis, un balance maduro, porque toda década lleva en sus entrañas vestigios de la anterior, y así ad infinitum. Nos hace daño como sociedad no poder tener la foto con todos los ex presidentes sentados en una mesa, o en un acto. Le hace mal a la democracia renegar del presidente anterior, refundar todo el tiempo.
No se explica a Menem sin la herencia de la dictadura y el contexto internacional en que le tocó gobernar. La dictadura no solo masacró a una generación de dirigentes políticos, sino que desbalanceó la ecuación de poder entre las corporaciones y la sociedad civil. Dejó las empresas estatales endeudadas, un estado impotente. Las corporaciones entraron muy fortalecidas a la década del ochenta y eventualmente le terminaron quebrando la muñeca a Alfonsín, ese gran perdedor de pulseadas heroicas. Menem no solo asumió en medio de la hiperinflación y los alzamientos carapintadas, sino también en plena caída del Muro de Berlín y total hegemonía norteamericana. Sin margen de autonomía. Hizo la más fácil, tiró la toalla y adoptó el programa económico del adversario histórico. Al hacer eso implosionó al peronismo, al traicionar sus banderas. Ni la dictadura tuvo el poder desmovilizador que tuvo la aridez de la antipolítica menemista, el cinismo y el escepticismo de la cosa pública. Sin embargo, al adoptar el programa del llamado “Partido Militar”, lo volvió intrascendente, le quitó su razón de ser. Eso lo volvió superfluo y la mezcla de pactos (Rico), represión (cárcel a Seineldín) y negocios (Balza, el contrabando de armas y la voladura de Río Tercero) le permitieron aprovechar la oportunidad que le dio el caso carrasco: reducir al ejército quitándole la tropa (conscriptos) y desfinanciarlo. Desafiló la espada de damócles que pendió sobre la democracia argentina setenta años.
¿Al costo tremendo de la impunidad a los genocidas, la corrupción generalizada? Sí. Pero consolidó el orden democrático. Sin hiperinflación y miseria no se entiende la convertibilidad. Sin ella no se entiende el fuerte respaldo electoral, democrático a Menem. Sin la “repartija” federal que hizo de los despojos del Estado nacional no se entiende el apoyo de los gobernadores (aprovechamos para darle otro golpe a la antipolítica: es lógico que un gobernador petrolero, que no puede frenar una privatización, busque beneficiarse de ella para tener autonomía financiera si le están pasando la salud y la educación. Lógica pura). 
Cuando un dirigente realiza la grandeza de la nación y la felicidad de su pueblo, este lo ama. Es popular. Cuando realiza políticas impopulares, debe pedir prestada popularidad a deportistas y artistas. El fin de los partidos de masas y el inicio de los partidos atrapa-todo más desideologizados; la tele y el alto conocimiento de un candidato como atributo electoral imprescindible, entre otras cosas, explican el ingreso a la política de candidatos como Reutemann, Palito Ortega y Scioli. 
Cuenta Pablo Ibañez en su libro Scioli Secreto que éste debuta en una interna en la novel ciudad autónoma derrotando a Miguel Angel Toma, candidato del duhaldismo y del “sistema” que era la rosca porteña de los vestigios del grossismo que salió eyectado entre escándalos de corrupción. Luego le ganó (salió segundo pero el Mingo tercero) a Cavallo. Fue diputado, participando de las comisiones de Pymes y presidiendo Turismo. Luego fue secretario de Turismo con Adolfo Rodriguez Saá y Duhalde, y cuando estaba por ser coronado candidato a jefe de gobierno porteño en 2003, fue de vice de Néstor Kirchner. 
En la elección presidencial Kirchner versus Menem. Repitamos: enfrentó electoralmente (la máxima muestra de traición para algunos, de “emancipación” política para otros) a Carlos Menem, en presidenciales.
Dice Martín Rodriguez en su fundamental Orden y Progresismo: “Menem en su simbiosis con el poder real, solidificó el poder de la democracia...tenía que venir alguien votado por el pueblo y ser capaz de algo que los civiles no habían podido: gobernar la economía. ¿Por qué Menem no puede tener su busto en la Casa Rosada? No podemos elegir cuando las mayorías fueron nobles y cuando no”.
El programa económico del Frente para la Victoria es la antítesis del menemismo. Cristina fustigó desde el Congreso, en soledad, las políticas de los noventa. Néstor Kirchner se plantó en el Congreso del PJ en su momento, la prensa de la época lo refleja y son pocos los que se empeñan en negarlo. José Natanson dice que vivimos en un posneoliberalismo....porque el neoliberalismo triunfó. Es verdad que el mercado de trabajo está atomizado, que los sindicatos y los partidos no son los mismos que hace treinta años. También es cierto que las AFJP no existen más, el FMI ya no nos condiciona los presupuestos nacionales, Aerolíneas e YPF son nacionales y tantas cosas más. 
Negar el menemismo, a Menem, como parte de nuestras conquistas democráticas no nos favorece. Destructor de la industria nacional, si; consolidador de la democracia, también. En la puja entre mercado y estado, estrechamente ligado a los contextos internacionales, Scioli expresa la síntesis de una sociedad y un peronismo que contiene varias capas geológicas en su haber democrático. Negar la pertenencia de Scioli y su aprendizaje dentro del kirchnerismo (a gobernar, a ganar espacios de autonomía para la política, a no ceder a presiones corporativas) desde aquel enfrentamiento electoral de 2003, pasando por la crisis de la 125 y la derrota de 2009 es tener una lectura de la sociedad y sus actores congelada en el tiempo. Niega recorridos, aprendizajes. Abona lógicas como pretender que Scioli vaya a La Rioja a insultar a Menem.
(publicado en Abcenlinea.com.ar)

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